13 de abril de 2010

Agrópolis: la feria del bacalaito gigante

Asistir a un evento como Agrópolis, que se precia de ser la Feria Anual de Productos Agrícolas más grande del país, es confirmar cada vez más nuestra realidad agrícola: el porciento de la producción alimentaria nacional continúa en picada.
A mi modo de ver, el evento ha devenido en la más falaz pretensión de hacernos creer que existe una agricultura alimentaria auspiciada, segura y protegida.
Por eso es que a una década de su inauguración, en la feria es mayor la oferta de orquídeas y plantas ornamentales, artesanías de poca gama, y kioscos de comidas, que las muestras de empresas agrícolas organizadas.
Y es que el cielo no se tapa con la mano. Aun cuando Agrópolis ha cambiado su escenario al municipio de Caguas- hoy llamado “El nuevo país”-, y Sams, y Wal Mart se anuncian como patrocinadores de los agricultores, el montaje no puede esconder la enorme dependencia de nuestros estómagos- y a la larga de nuestras mentes- con la comida importada.
La gigantesca importación de alimentos, -74 millones de libras en 2008- , hace disponibles alrededor de 1,857 libras de las 2, 227 libras que nos comemos anualmente. Abasto digno de envidia para los países más pobres, él nos ha hecho creer que vivimos en el paraíso de la “seguridad alimentaria”. Por lo tanto, basta con patrocinarlo una vez al año, como si fuera una fiesta de patrón.
Más si miramos a los números de otra manera, la noción de “seguridad alimentaria” se ensombrece, aun con los márgenes de error de toda estadística. Veamos algunos ejemplos.
Al finalizar el año 2008, cada uno de nosotros se había comido 14.2 libras de legumbres frescas. Pero de éstas, sólo el 1.2% llegó a nuestra boca desde la agricultura nacional. Igualmente, nos comimos 248.9 libras de carne, de ellas sólo el 14.7 % vino de la avicultura y la ganadería del país.
La cifra del renglón de los cereales puede que nos haga empezar a pensar de otra manera: de las 194.8 libras que nos comimos en 2008, ninguna se produjo en el país.
No me precio de la corrección de mis cálculos, pero si en algo se aproximan, cabe pensar lo siguiente. En el 2009, tuvimos un abasto de arroz para consumo diario de aproximadamente 751,874 libras. De éstas, nos comíamos, en un día normal, 741,000 mil.
¿Qué ocurriría si el comercio tuviera que reducir, por alguna razón de peso, la importación normal de arroz por un período prolongado? Me dirán que hay otras opciones en la cornucopia.
¿Pero cómo reaccionaríamos a la ausencia de un alimento de enorme significación en la matriz alimentaria puertorriqueña? Vale recordar sólo un evento. Las huestes que desvalijaron los supermercados en 1973, en la primera gobernación de Rafael Hernández Colón, actuaron bajo la consigna de que “sin arroz no hay comida”.
Y en efecto no lo hubo por buen tiempo, pues la única empresa importadora decidió detener los embarques ante la política del gobierno de imponer un arbitrio al cereal. Y que conste que había otras opciones.
¿Por qué, pues, no puede ser como en la República Dominicana, para sólo dar un ejemplo? La vecina nación importa más cereales de los que produce. No obstante, el 27% de los que come se cosechan en el país.
Con semejante trasfondo, Agrópolis no hace más que representar una agricultura de recreo, o cuanto más, un boleto de un día al folklore. Pero eso sí, el boleto tiene vuelta…a la hora de los “munchies” agrandados, como el “bacalaito” gigante de mis fotografiados.

2 comentarios:

  1. Saludos buscando info. sobre los nombres con los que se conoce el funche te encontré voy a hacer un enlace con tu blog.

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  2. Fantástico. También puedes consultar mi libro Puerto Rico en la Olla, especialment e capítulo dedicado al maiz.

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