Las rejas inhiben el contacto con los alimentos ansiados. En la mirada cristaliza el gusto avivado, el olfato...pero sólo eso. Hambre insaciada, deseo de la abundancia y sueño de la carne, se confabulan tras las rejas. La cara enuncia el asombro ante la plenitud. Pero es asombro hinchado por la picardía, afinado por la lógica de una próxima acción para espantar el fantasma del hambre. ¿En qué me convierto para pasar al otro lado de las rejas? ¿Cómo llegar al lugar de los gestos civilizados y usar mis dedos y mi boca, arrancar, morder, deglutir?
La escena recuerda las desigualdades alimenticias-más agudas y obvias en las ciudades que en el campo-, pues las "civitas" eran gargantas, zonas liminales.
Dentro de los muros, "intra muralles", la relación habitante y alimento se situaba más en el lado del consumo que en el de la producción. Por lo tanto, las plagas, el mal tiempo y las guerras que asolaban la ruralía resuscitaban freceuntemente en la ciudad el fantasma del hambre, aparición más nítida en tanto la ciudad administra, no produce.
A los puertorriqueños el fantasma nos persiguió hasta principios de los 1960, cuando en nuevo proyecto colonial nos modernizó, teniendo como uno de sus frentes atacar la inseguridad alimentaria, facilitando la inversión de empresas novleles en el mercado de alimentos al detal. Mas ello fue la célula madre para la gestación de otro fantasma: el de mordiscos desordenados que engendran el cuerpo graso que el discurso nutricional contemporáneo estigmatiza, margina y justifica para el marketing gimnasta y las medicinas de régimen...aunque nos cuesten la muerte.
La escena recuerda las desigualdades alimenticias-más agudas y obvias en las ciudades que en el campo-, pues las "civitas" eran gargantas, zonas liminales.
Dentro de los muros, "intra muralles", la relación habitante y alimento se situaba más en el lado del consumo que en el de la producción. Por lo tanto, las plagas, el mal tiempo y las guerras que asolaban la ruralía resuscitaban freceuntemente en la ciudad el fantasma del hambre, aparición más nítida en tanto la ciudad administra, no produce.
A los puertorriqueños el fantasma nos persiguió hasta principios de los 1960, cuando en nuevo proyecto colonial nos modernizó, teniendo como uno de sus frentes atacar la inseguridad alimentaria, facilitando la inversión de empresas novleles en el mercado de alimentos al detal. Mas ello fue la célula madre para la gestación de otro fantasma: el de mordiscos desordenados que engendran el cuerpo graso que el discurso nutricional contemporáneo estigmatiza, margina y justifica para el marketing gimnasta y las medicinas de régimen...aunque nos cuesten la muerte.
Espera inerte y sin futuro, formada por espaldas dobladas y manos callosas, ella animó las sobremesas civilizadas despues de deglutir: Azúcar, café y tabaco fueron símbolos de buen gusto y del buen hacer,.... saber vivir.
Miéntras, el sueño del hambre saciada se metaformoseaba. Por eso hoy, en medio de la abundancia, ha aprecido una mimesis de la sobremesa "gourmand". Hemos pasado de la escaces a la sobrealimentacion del hipermercado y el placer desregulado. El futuro debe traernos un vinculo entre los sentidos y la responsbilidad con el cuerpo. Clio, la diosa de la historia nos debe aleccionar sobre la unión antigua entre dieta y régimen corporal.