
Hasta el 5 de enero de 2009, habían en Puerto Rico 2.6 millones de gorditos y gorditas. Desde que en 2006 el gobernador Aníbal Acevedo Vilá emitió dos órdenes ejecutivas para “combatir el mal” de la obesidad, el cuerpo obeso se ha demonizado cada vez más como imagen corpórea. Si antes la pipa era lo de menos, hoy es lo de más.
Un hombre barrigón es sinónimo de glotón e ignorante, cuando antes era sinónimo de gourmand, exitoso e hijo de “buena familia”.
De igual manera, una mujer pechugona, culona y chichúa hoy no significa belleza y eros, como las majas de Goya.

Se le han adscrito varios significados que van, desde el aplatanamiento matrimonial, pasando por el exceso de trabajo que la obliga a comer del modo “come y vete”, hasta la indisciplina física y la indiferencia higiénica.
Aunque los significados negativos son algunos de los razonamientos comunes con los que los discursos oficiales explican la gordura de hoy, el cuerpo obeso, demonio de Miss Universe Puerto Rico y comida de moralistas como Norman Chacón, es también resultado de otras cosas.
En los próximos posts estaré proponiendo algunas explicaciones a nuestra obesidad, tratando de aislarlas de los discursos oficiales pero relacionándola a otras fuerzas. Quisiera hablar de la política de “eat more” de la industria alimentaria, de cómo el contexto de fragilidad económica en el que vive Puerto Rico limita las elecciones que se consideran correctas, del papel de la

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